viernes, 5 de junio de 2015

Una mala experiencia puede condicionarnos en la confianza a la hora de aprender un idioma.

    

   Una mala experiencia a lo largo de un curso escolar puede tener un efecto muy negativo en la confianza con los idiomas en la etapa adulta. Recuerdo mi aversión al inglés desde que comencé el instituto, y que perduró, hasta que el deseo de querer comunicarse en otro idioma que no fuera mi lengua materna, se impuso como algo más cercano a la supervivencia que a aprobar una asignatura, al irme a vivir a Escocia.  
Cuando yo rondaba unos 14 o 15 años, estudié ingles durante un curso escolar con Felicia, que siendo completamente sincera, proyectaba una gran inseguridad sobre lo que transmitía en clase, además de que el inglés solo estaba presente de forma escrita. Recuerdo unos pequeños trozos de papel, que eran el cuarto de un folio A4 escritos a máquina que rondarán los 15 años de antigüedad; Donde había huecos en blanco que esperaban ser completados con los diferentes tiempos verbales explicados sólo gramaticalmente en clase, un completo caos. 
Si ahora evalúo aquellas clases, veo claramente que la profesora no sentía placer al enseñarnos, y si para ella no era un tiempo a destinar agradable, nunca podría haber conseguido ningún tipo de aprendizaje.
Añadiría, que carecía a consecuencia de lo anterior, una falta de motivación para prepararse actividades amenas, lúdicas con unos objetivos pedagógicos bien definidos. Además del tremendo error que ella siempre hablaba en español durante las clases, así como nunca nos dividió en parejas para que mantuvimos un diálogo.


            La idea de que nunca sería capaz de mantener una conversación en otro idioma, me siguió acompañando en la universidad, a pesar de ver con mis propios ojos, que todo alumno puede aprender con un método determinado en un contexto favorable. Hasta que un dia decidi irme a Edimburgo y rodear todos mis poros de mi temido inglés.


Allí es donde asistí a las mejores clases de inglés de mi vida, sorprendentemente con unas variables nada favorables a simple vista, si lo comparamos con el contexto que tenia mi antigua profesora, Felicia, en un instituto público con recursos a su alcance, una clase de 18 alumnos, francamente un grupo muy homogéneo sumado una buena remuneración. Así Edward, un profesor de la universidad de Edimburgo nos daba clases voluntariamente, en una asociación llamada the welcoming, a 40 alumnos de diferentes países, diferente cultura, edad, clase social y con diferentes niveles educativos. Que decir, sino que el aprendizaje fue exponencial al compararlo con toda mi vida académica y que en solo dos meses comencé a hablar inglés. Toda aquella gramática vista desde que tenía 6 años empez;o a tomar forma en mi cabeza y la inseguridad desapareció.


      Podemos afirmar de que un idioma se aprende si hay una motivación de querer comunicarse con el prójimo, en resumen una necesidad de querer conocer y que nos conozcan: Dentro de una clase de idiomas debe primar siempre la confianza en los alumnos de que pueden conseguir los objetivos planteados. Al impartir clase siempre viene a mi memoria, lo que solía decía José Luis Sampedro “mi pedagogía es amor y provocación, hay que querer a la persona a quien se enseña y hay que provocarles para que piensen por su cuenta y no para que acepten sin condiciones lo que yo digo”.

Qué aptitudes y habilidades crees que debe tener un buen y un mal profesor de idiomas?

Sería muy enriquecedor que cada uno de vosotros nos contara sus experiencias docentes relacionadas con el aprendizaje de idiomas.

3 comentarios:

  1. Hola Begoña! Me ha gustado mucho la frase de Sampedro. Creo que seria muy bueno aplicarla en las clases y en la vida.

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  3. Lo siento por la mala experiencia. A veces de ello tambien se aprende y seguramente se tiene bien claro que errores no cometeremos como docentes de lengua extranjera.

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